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El final del Antiguo Régimen se plasmó no sólo en una concatenación de episodios bélicos y cambios políticos: la cultura y la vida cotidiana se vieron también galvanizadas por los aires de libertad y cambio que recorrían Europa. La moda no fue ajena a estos cambios. Las transformaciones en la moda se aceleraran en el último tercio del XVIII de la mano del desarrollo de un importante comercio suntuario y la pujanza de la burguesía. El vestido fue definiendo y unificando a los distintos grupos sociales, traspasando fronteras y reduciendo los trajes típicos a estampas turísticas, un proceso claro a partir de los años setenta del siglo XVIII. Tras la Guerra de Independencia la identificación de determinadas profesiones por el vestido irá difuminándose, la tendencia general se orientaba hacia que el aspecto externo fuese un trasunto de la condición social del individuo.1 Pero no será sólo el traje, con su atención a los colores y a la identificación sexual que se marca mediante ellos y las formas; la puesta en escena social también cambiaba.
Durante el siglo XVIII la moda europea tendrá dos principales centros de influencia: Francia, con Versalles como suntuoso foco de tendencias, e Inglaterra, donde se apostaba por una moda más sencilla y cómoda inspirada en los trajes de campo. Ambas influencias, francesa e inglesa, son notables a lo largo de la historia de la villa de Bilbao. Este influjo fue haciéndose mayor desde mediados del siglo XVIII y, especialmente, tras la Revolución Francesa. Tras 1789, los exiliados de la Revolución se presentaron en Bilbao en busca de amparo. La influencia de esta población en todos los aspectos de la vida cotidiana de la villa de Bilbao debió ser tan importante que J. Iza Zamacola tomó como inspiración a la juventud bilbaína en su crítica a los seguidores de la moda francesa. La irónicamente denominada Ciencia Contradanzaria por Iza Zamacola2 era todo un compendio de formas y usos cortesanos de influencia francesa: la danza cortesana francesa, en boga desde mediados del XVIII, el cortejo, las vestimentas y el modo de comportarse en sociedad.
Mariquita de Lequerica, 1830, vestida según la estética del momento: peinado, tocado y vestido.6
Otros testimonios de finales del XVIII hablan de la belleza de las bilbaínas, de la limpieza de sus trajes y la costumbre de llevar el cabello recogido en largas trenzas y cubriéndose la cabeza con un pañuelo “arreglado por la coquetería”:3 pañuelos que, a menudo, constituían un bien muy preciado y parte de las escasas posesiones de las jóvenes de las clases populares. Los domingos y días de fiesta se refiere como las mujeres iban vestidas con basquiña y mantilla, así como trajes blancos sujetos con cintas rosas. Fischer recoge también como en los paseos los bilbaínos y bilbaínas vestían de negro, ellas con mantillas. Esta continencia en el vestir durante los paseos y días de misa contrasta con el modo de vestir que Iza Zamácola apunta como típica de los jóvenes currutacos y madamitas bilbaínos. En las tertulias organizadas en privado las jóvenes y señoras de la elite bilbaína vestían según esta criticada moda francesa, de blanco, bailándose también los mal vistos bailes franceses: “Las damas aparecen en ellas con vestidos abigarrados a la moda, con los cuales sólo se atreven a salir en el crepúsculo”.4 El exceso de celo por el vestido, la ropa, por la apariencia en general, es criticado por Iza en una juventud que, como la amonestada por Yrisarri a mediados de siglo, se mostraba un tanto ajena a las circunstancias políticas, económicas y sociales que les rodeaban.
A comienzos del siglo XIX Doña Geroma Gutiérrez de Caviedes, esposa de José Antonio Ybarra, se plantea abrir una tienda en Bilbao al percibir como “se seguían con furor las modas extranjeras en el vestir, sobre todo las telas de origen inglés y los cortes franceses”.5 Asimismo, constata como en muchas de las casas de posibles uno de los gastos más importantes era el vestuario femenino e infantil. José Antonio Ybarra y su esposa abren su tienda en 1800, reuniendo y formando un grupo de más de una docena de costureras bilbaínas, entre las que destacaba Carmen de Gardizábal, que, en sus casas, copiaban y confeccionaban cortes franceses, añadiendo a aquel grupo otro de recateras que ponían al alcance de los ricos de pueblo lo que, de otro modo, sólo hubieran visto al caminar por las calles de Bilbao.
María Rita Lucía Olea Larracoechea. Retrato anómino. Bilbaína de comienzos del XIX, peinada al estilo Directorio y tocado de plumas.11
A comienzos del XIX la figura de los petrimetres se encontraba bien arraigada en la vida cotidiana teniendo como contrapunto y contestación una tendencia casticista, inspirada en patrones populares, el denominado majismo. La oposición o el respaldo a la ocupación francesa a partir de 1808 se tradujo en la adopción de unos u otros símbolos externos: la aristocracia introduce en su modo de vestir ropajes populares como mantones y tocas; mientras la nobleza y burguesía afrancesada adapta su vestuario a la cambiante moda francesa: de la sencillez del traje de la República a la solemnidad y suntuosidad de telas y trajes de la época del Imperio. También en la villa de Bilbao hubo divisiones entre sus vecindario. La mayoría de la clase dirigente, “las gentes más ricas y los más poderosos comerciantes no ocultaron su afección a Bonaparte; el pueblo y las gentes de toda condición tampoco ocultaron su animadversión contra los galos...”.7 Unas clases dirigentes que no fueron ajenas a los cambios en las costumbres traídas por la ocupación francesa y así, tras finalizar la Guerra de Independencia, Bramsen, que conoció a la sociedad liberal bilbaína del Trienio Liberal, describe como las mujeres de esa elite burguesa liberal vestían siguiendo la moda francesa, siendo el blanco el color preferido además de la afición de usar abanicos.8 Según recoge F. de la Quadra Salcedo para 1818 era evidente el cambio en la actitud de las mujeres bilbaínas. Unas mujeres, las de la alta sociedad bilbaína, que habían pasado de un trato que las reducía a una esclavitud oriental a uno más franco y jovial en el que, según los cánones ilustrados, la belleza y la cultura iban de la mano.9 Un avance en el que también se reconocía un cierto aroma francés.
Para finales del XIX el seguimiento de la moda y el cuidado personal se habían hecho tan fundamentales para las elites bilbaínas que una de las quejas de la autora del Diario del bombardeo de Bilbao en 1874 radica en cómo “las bilbaínas debemos estar raramente vestidas para la época, pues nos creemos atrasadas, lo que menos, siete meses con el resto del mundo. ¡Ni más ni menos que si viviéramos en Aguinaga u otro punto aún más separado del trato con sus semejantes!”.10
1 “Aún así, en el siglo XVIII todavía podemos identificar diferentes profesiones por el vestido, y abogados, preceptores, profesores universitarios, aguadores, arrieros (aparte militares y sacerdotes) pueden ser reconocidos por su indumentaria. Pero esto desaparecerá tras la Guerra de la Independencia, hasta el punto de que las colecciones de Juan de la Cruz y Antonio Carnicero, de aquellos años, son de los últimos testimonios de recopilación de trajes locales o laborales que servían para fijar, históricamente, una realidad que acababa”, (ÁLVAREZ BARRIENTOS, J, Imagen y representación del artista romántico, CSIC, Madrid, 2001).
2 “Y en fin en Bilbao, ¡ah! en Bilbao, en aquella opulenta Villa es donde formé la idea de escribir esta Ciencia Contradanzaria, viendo que entre su ilustre y maravillosa juventud Currutaca que absorbe a las demás del Reino, parece que naturaleza anduvo pródiga para criar Currutacos, que pueden servir de modelo a todos los demás que quieran tener la gloria de imitarlos. Allí ví sabios Currutacos, que me dieron las primeras nociones de la Ciencia Contradanzaria, tomando de ellos los trajes que describí en mis cartas: allí observé sus conversaciones currutacas; vi sus genios contradanzantes; y en fin allí es donde encontré hasta los talentos Currutacos. ¡Oh! ¡dichosos Currutacos Bilbaínos, que habéis merecido el primer lugar de la Ciencia Contradanzaria en los fastos de la Historia Currutaca!”, en IZA ZAMACOLA, J. de, Elementos de la Ciencia contradanzaria Para que los Currutacos, Pirracas, y Madamitas de Nuevo Cuño puedan aprender por principios a bailar las contradanzas por sí solos, o con las sillas de su casa, etc…, 1796.
3 LANTIER, J.D., Viaje a España del Caballero S.Gervasio, oficial francés, y los diversos acontecimientos de su viaje, por el señor Lantier, antiguo caballero de San Luis, París, 1802, 2 tomos.
4 FISCHER, C.A., “Descripción de Bilbao en el verano de 1797”, en Estudios Vizcaínos 7-8, Bilbao, 1973, pág. 243.
5 “(...) José Antonio y Geroma no tardaron en reunir y formar un grupo de más de una docena de costureras bilbaínas, entre las que destacaba Carmen de Gardiazábal, que, en sus casas, copiaban y confeccionaban cortes franceses, y pronto añadieron a aquel grupo otro de recateras que ponían al alcance de los ricos del pueblo lo que, de otro modo, solo hubieran visto al caminar por las calles de Bilbao”, en YBARRA E YBARRA, J, Nosotros, los Ybarra. Vida, economía y sociedad, 1744-1902, Tusquets, Barcelona, 2002, pág. 66.
6 CAVA MESA, Mª J., Un paseo por la historia de Bilbao, Universidad de Deusto, Bilbao, 2008, pág. 98.
7 GARAY BELATEGUI, Y y LÓPEZ PÉREZ, R E, “Los extranjeros en el Señorío de Vizcaya y en la villa de Bilbao a finales del Antiguo Régimen: entre la aceptación y el rechazo”, en Revista de Estudios Humanísticos. Historia, nº 5, 2006, pág. 191.
8 El resto de las bilbaínas en general vestían de oscuro, siendo sus faldas de seda, “chaqueta negra o blanca y capuchón de seda que realza la belleza del pelo y de los ojos. El capuchón cae sus hombros con desenfado y garbo. Las bilbaínas andan con arrogancia y pisan con distinción. Se cuidan mucho el calzado y las medias”. AREILZA, J.Mª, “Bilbao en 1822”, en Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, año1, cuaderno 1, 1945, pág. 62.
9 Entre otras muchas jóvenes de las elites bilbaínas de comienzos del XIX se destacaba Juanita Mazarredo, una mujer educada según los cánones ilustrados, descrita como paradigma de la moda: nobles modales, artes y habilidades del cuerpo e instrucción del entendimiento. Hablaba y escribía en francés e italiano. También se valoraba el saber ejercer una discreta seducción, saber componerse el cabello y armar atavíos de noble elegancia, así como saber música. CAVA MESA, MªJ, Un paseo por la historia de Bilbao, Universidad de Deusto, Bilbao, 2008, pág. 98-99.
10 CAVA MESA, Mª J., Un paseo por la historia de Bilbao, Universidad de Deusto, Bilbao, 2008, pág. 99.
11EREÑO ALTUNA, J.A, “Diario del bombardeo de Bilbao en 1874”, Letras de Deusto, nº93, v.31, octubre-diciembre, 2001, Universidad de Bilbao, Bilbao, 2001, pág. 228.